martes, noviembre 06, 2007

El Café Mercantil


Recuerdo que no llegaba a la barra del Café, una barra de acero y madera que me devolvía distorsionada la imagen de mi cara y de mi flequillo. Todos los días mi yaya me mandaba a comprar el café, me daba un recipiente de aluminio cerrado y me decía -Anda ve al Mercantil a comprar el café para ti y para el abuelo.-Después de andar apenas doscientos metros, con mi abrigo bien abrochado y moviendo en mis manos el recipiente vacío, llegaba a las puertas de cristal del magnífico Café Mercantil. Estaba deseando empujar las puertas para entrar, porque nada mas abrirlas, llegaba hasta mí el mas delicioso aroma a café recién hecho que he tenido ocasión de oler en mi vida. La cafetera era de metal, enorme y misteriosa, estaba llena de lo que a mí me parecían relojes con sus agujas negras y sus letras rojas en algún idioma extranjero.El camarero, desde detrás de la barra se inclinaba y me decía.-El café para tu abuelo como todos los días eh?, y dejaba arrastra la última sílaba en el aire, ehhhhh?, a lo que yo le respondía un escueto -si- moviendo la cabeza de arriba a abajo, viéndome reflejado en la alta barra del bar.Una vez el café en mi poder atravesaba el salón con columnas metálicas hasta la puerta de cristal, el límite entre la realidad y el añorado aroma de café de mi infancia.