sábado, septiembre 26, 2009

Mezquita de Jenne.


Cercano a 1.240, cuando en la Península Ibérica el Islám perdía el Reino de Murcia a manos de las tropas cristianas de los reinos de Aragón y de Castilla. En el centro del desierto del Sahara se ganaba para la misma fe las tierras del actual Malí. Hoy en día persiste en Jenne la mayor y más interesante mezquita de barro del mundo musulmán, todo un prodigio de tecnología. La inmensa mezquita de Jenne se construyó en adobe, pieza sobre pieza, alcanzando sus muros unos nada despreciables sesenta centímetros de grosor. De esa manera el intenso calor del desierto no es capaz de atravesarlos en su totalidad, manteniendo el harram bastante fresco. El propio edificio se construyó con un entramado de madera de palma, visible a través del muro, y que le da ese aspecto tan característico en las mezquitas de adobe. Este entramado tiene una doble función. Por una parte sirve de andamio para restaurar los muros dañados por las lluvias de primavera, y por otro, y no menos importante, sirve de cojín amortiguador en las enormes dilataciones de los materiales a causa de los cambios de temperatura. En el techo, la mezquita posee unos agujeros tapados, durante el día, por cobertores cerámicos, y destapados durante la noche para canalizar el aire caliente del interior del edificio y facilitar su ventilación. De esta manera, y ante las extremas condiciones climáticas del desierto, el hombre es capaz de adaptar los escasos recursos de que dispone creando un edificio “sostenible”, antes de que se hubiese inventado la palabra